PESCADORES. PRAGA, 2010



Dos hombres se entregan a tareas de pesca en la orilla del río Moldava, a su paso por Praga. Quizá su subsistencia depende de lo fructuoso o lo infecundo de su tarea, tal vez simplemente dejan transcurrir el tiempo entregados a esa actividad. El puente, desde su metálica majestad, parece contemplarlos con indiferencia o invitarlos silenciosamente a cruzar al otro lado, a descubrir otras márgenes u otros senderos. 

Siempre he contemplado la pesca como una de esas muy respetables labores a las que, sin embargo, yo no me siento capaz de dedicar ni un solo minuto, sin menosprecio alguno por mi parte de quien tiene a bien consagrarle siquiera parte de su tiempo. La expectativa de pasar mis horas más solitarias ante el mar (aquí en Canarias no tenemos ríos ni lagos), pendiente de que un pez incauto muerda el anzuelo, para luego llevarlo a casa y hacerle, sobre una aséptica tabla de cortar, una macabra autopsia doméstica con fines gastronómicos, no me resulta especialmente atractiva. 

No obstante, sabedor de que ningún reduccionismo es la vía adecuada para alcanzar cierta justicia, confieso que me llama poderosamente la atención el derroche de paciencia del que hacen gala aquellos que, caña en ristre, invierten en tal labor su ocio sin garantías de éxito alguno y con la única esperanza (tal vez en más ocasiones de las que yo atisbo, teñida de necesidad básica) de que unos cuantos pececillos sean lo bastante voraces y/o ingenuos para poner a prueba la capacidad de acogida de un cubo o una cesta al efecto. Acaso ese tiempo de quietud supone para ellos un

En aquella ocasión, al lado de ese río majestuoso que nace en la Selva de Bohemia para hermanarse luego con el Elba, me detuve a observar a aquellos dos calmosos pescadores, de pie, dando muestras de una impasibilidad loable junto a aquel puente de metálica raigambre en una tarde de octubre de 2010, quizá aprovechando de paso los débiles rayos de sol que ya auguraban los fríos venideros de la recta final de aquel año.

¿Necesitado el uno, ocioso el otro? Detrás del objetivo, alguien no menos necesitado de instantes ni menos ocioso ambicionaba convertir tan sosegada miscelánea en otro fragmento de nostalgia.

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