EN TODOS MIS OCTUBRES. SANTIAGO DE COMPOSTELA, 2001
"Yo quisiera pisar las calles nuevamente / de aquel Santiago gris que desvelamos...", escribió un poeta. Bajo la persistente lluvia de Santiago de Compostela, una transeúnte anónima atraviesa uno de sus pasajes. El espectador corriente desconoce qué destino lleva, qué origen acredita, qué pasos intermedios ha dado hasta llegar aquí. El cristal roto se convierte en un escueto observatorio improvisado y en un marco ideal para contemplar ese instante de su trayectoria.
La labor de un fotógrafo consiste en captar el momento preciso. Incluso en un posado, existe un instante, quizá imperceptible para los ojos no avezados, en que se debe apretar el disparador, a riesgo de que una milésima de segundo después la ocasión propicia haya pasado para siempre. Para ello, necesita de paciencia, de oportunidad, de capacidad de observación e, incluso, de cierta osadía para aparecer o permanecer en el lugar adecuado en o hasta el instante apropiado. Se podría pensar que quien tomó esta imagen dispuso al menos de unas gotas de todas esas cualidades.
Sin embargo, hay trampa. Ni la viandante es desconocida, ni el fotógrafo es casual. Se trata de mi esposa, Noelia: hacía solo unos días que nos habíamos casado, en aquel octubre de 2001. Quizá con mayor razón que ninguna otra, y por motivos obvios, esta imagen sigue siendo un emotivo fragmento de nostalgia.
Comentarios
Publicar un comentario