AD ASTRA PER ASPERA. PRAGA, 2010
El Maestro Zen Thich Nhat Hanh afirma: "La flor de loto sabe que puede florecer tan bella solo gracias al barro". Es lo que el objetivo de la cámara captó aquí. Una vieja calle de Praga, un rincón particularmente áspero, de densa y monótona gama cromática acentuada por el sol de la tarde, honrada sin saberlo al albergar a un veterano violinista que, a imitación de la flor de loto, emerge y despunta entre los groseros componentes de su improvisado escenario.
Notas musicales, entonces combinadas sabiamente y hoy conjeturadas, desacreditaban al lacerado muro y al severo adoquinado y enaltecían al intérprete, venido quién sabe de qué luces o de qué sombras para ataviar la jornada con su armonioso discurso, probando a conmover los espíritus y a regalar los oídos a cambio de unas monedas que seguramente no valen lo que una partitura bien ejecutada.
Praga me pareció, durante aquel mes de octubre de 2010, un lugar propicio a la música, que florecía en casi cada rincón de la ciudad. En las cuerdas de un violín, en la canción de aire de un saxofón, en la concordancia de una orquesta erigida con tablones de optimismo, pude hallar, teñidas de armonía o lastradas de discordancia, muestras audibles de una especie de promesa universal de eufonía, un hálito de vigor indescifrable, una voluntad de emerger, de sostenerse o de simplemente no hundirse en el magma de la tosquedad, en este lodo mediocre de lo cotidiano, un aura que me permitió dar lugar a otros y a este cuasi pitagórico fragmento de nostalgia.
Comentarios
Publicar un comentario