AGUA Y GRIS. LAS PALMAS DE GRAN CANARIA, 2014


En ocasiones no es necesario moverse del entorno propio para encontrar lugares dignos de figurar en los anaqueles de la memoria. Hay cientos de rincones en el lugar en que cada uno habita, rincones en los que, a veces por la fuerza de la costumbre o a veces por un innato menosprecio de lo propio en beneficio de lo ajeno, ni siquiera reparamos aún cuando irradian belleza, armonía, serenidad.

La Plaza Mayor de Santa Ana es uno de los más emblemáticos lugares de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Se encuentra en el no menos significativo distrito de Vegueta, en el casco antiguo, y está situada junto a la Catedral de Canarias. Son famosos sus perros, ocho canes forjados en hierro fundido y ubicados allí por autor o autores desconocidos. Allí habitan desde 1895, según los expertos, habiéndose convertido en uno de los auténticos símbolos de la capital.

En los escasos días de lluvia que aquejan y adornan al unísono la ciudad, la Plaza de Santa Ana, como es conocida por la población autóctona, también prueba a vestirse de gris para dar pie a imágenes que, como siempre sucede cuando el afortunado captor tiene -por pura obligación- los pies sobre la tierra y el espíritu -por vocación- deambulando en busca de otros orbes, se vuelven escenarios donde representar cronologías inventadas o retruécanos concebidos bajo la luz cenicienta de cualquier otoño.

Desde este lado de la cámara, y a pesar del hábito y del desaire filial de los que hacemos gala hacia ella los habitantes de esta urbe, la Plaza de Santa Ana sabe, bañada en esa inclemencia inusual, volverse un solemne fragmento de nostalgia.

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