AUSENCIAS. LILLE, 2013
En una tranquila calle de la ciudad de Lille (Francia), esta pequeña terraza, desierta aquella tarde a causa de las bajas temperaturas, suscitó en mi siempre bullicioso espíritu numerosas preguntas: ¿Cuántas frases de amor u odio pueden haberse pronunciado alrededor de sus mesas? ¿Cuántos transeúntes, heridos de soledad repentina o crónica, pueden haber sumergido allí sus tribulaciones en una copa u ocultado tras el humo de un café?
Resultaba cuando menos novelesco pensar que en un espacio como aquel hubieran podido dirimirse tantas pequeñas historias, banales para quien las contempla desde el tendido, pero vitales para quien las protagoniza incluso a su pesar. Un ruego no correspondido, un contrato sentimental no cerrado, un acuerdo desconcertante, un desaire hondo como una sima… Todo ese universo en el que coexisten los sentimientos se me presentó como en una especie de epifanía en aquel escenario vacío, de perfecto atrezo pero sin elenco que lo fundamentara, poblado de una manera inefable por cientos de miles de argumentos firmados con nombres desconocidos y teatralizado por sombras irrecuperables.
Tener la dicha de detenerme ante ellos y la posibilidad de retenerlos en esta instantánea fue como un designio celestial que pretendiera hacer, de un simple decorado ocioso, baldío a causa de la inclemencia de diciembre, un escénico fragmento de nostalgia.
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