COSMOS VEDADO. PRAGA, 2010

Hace algún tiempo escribí unos versos que proponían: "y seguir junto a ti; / no para siempre, es cierto, pero al menos / para otra tarde más, y ya veremos / qué nos augura el alba".

No fueron escritos en un parque, ni siquiera inspirados en uno de ellos, pero siempre he considerado, quizá de una manera denodadamente poética, que estos espacios donde lo urbano se entremezcla, a veces trabajosamente, con lo rural, donde se dan la mano lo artificial de bancos y las avenidas y lo agreste de parterres y alcorques, son propicios para la expresión, discreta o no, de afectos recíprocos y, por qué no, también para la huidiza capitulación individual en flagrantes casos de derrota sentimental.

Casi a escondidas, para no hacer bascular los pequeños universos en que habitaban estas parejas, tomé en el Parque Letna de Praga esta imagen. Era una fresca y apacible tarde de octubre, y al fijarme posteriormente en los detalles del encuadre, aprecié que si bien cada una de ellas aparentaba entregarse a confidencias de diferente intensidad, ambas compartían esa intimidad que tal vez solo el amor, esa apetecible hidra inexorable con tantas cabezas como corazones pueblan la Tierra, es capaz de suscitar entre dos personas. Cuatro latidos que convirtieron esta toma en un lírico fragmento de nostalgia.

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