PRESUNCIÓN DEL OTOÑO. LAS PALMAS DE GRAN CANARIA, 2016

Mi relación con la fotografía se nutre de emociones. En la convergencia mente-ojo-cámara de la que he hablado otras veces habita, de un modo inefable, esa propensión a la perplejidad que caracteriza mi actitud ante la vida. Frente a quien existe en una cómoda y aceptada desatención a lo que le rodea, yo, desconocedor de tantas cosas, no puedo poseer certezas.

Creo, sí, en determinadas ideas, y me aferro a aquella frase de Soren Kierkegaard que afirmaba que "la fe es el coraje de sostener la duda"; también descreo de otras muchas, cada vez de más, quizá porque percibo que depositar confianza en ciertas nociones establecidas es más un augurio de frustración que una promesa de desvelamiento. Sin embargo, en ocasiones, transitando por una calle cualquiera, se ofrecen a mi vista escenas que parecen prestas para ser aprehendidas o para ilustrar mi amplio catálogo de desconciertos.

Esta, escuetamente rítmica y suavemente abrupta, se brindó a mi mirada hace aproximadamente un año, cuando los últimos coletazos de septiembre lo nombraban miembro honorario del verano. Una hoja, vistiendo con orgullo los colores del otoño, quebraba la solemne simetría del pavimento gris, prefigurando con su suave presencia la inminencia de la estación nueva. Me pareció un presagio digno de quedar para el recuerdo. La silenciosa soledad de la calle en sábado, la osada humildad de la hoja sobre la ostentación de las baldosas conformaban una impagable secuencia que pretendí perpetuar como un contradictorio fragmento de nostalgia.

Comentarios

Entradas populares