RETAZOS DE BREVEDAD. LAS PALMAS DE GRAN CANARIA, 2020.
Paseábamos serenamente por nuestra imprescindible y seguramente infravalorada playa de Las Canteras, cuando Noelia se percató de este equilibrio, de este contraste, de estas simetrías y de estas desemejanzas que colocaba un dios llamado azar -o un azar llamado dios- delante de nuestras miradas. Al margen de disquisiciones técnicas y estéticas, lo que se nos planteaba y lo que Noelia captó con indudable presteza y notable intuición no fue exclusivamente las piernas, las huellas y los reflejos de dos paseantes desconocidos sobre el húmedo sendero, sino un escenario pleno de simbolismo que me complace presentar en este blog.
La arena y el mar, en su rítmica e inagotable danza, semejaron ante nuestro objetivo la vida en toda su extensión, la vida transitada e inexplicada, la vida soportada y desconocida. Las piernas, las huellas y los reflejos de los ignotos andarines remedaron nuestras fugaces vidas, amontonadas en una especie de entropía lejanamente poética y las sombras y los recuerdos vagos que dejamos atrás al partir con el rumbo más incierto.
Nunca conocimos ni conoceremos los nombres ni las trayectorias vitales de quienes dejaban su efímera huella en la no menos efímera amalgama de arena y mar de esa tarde, pero pudimos disfrutar de una composición estética, casi un haiku visual, que nos condujo a verterla en este ecosistema de instantes y memorias como un profético fragmento de nostalgia.
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