CLAROSCUROS. ALGÚN PUNTO DEL MEDITERRÁNEO, 2008.

 
Quizá acordaron hacer ese viaje, tal vez con la exigua promesa de concederse una tregua. La vida juntos... no es lo que esperaban.

La luz del sol, reflejada en la superficie especular del Mediterráneo, ilumina sus rostros y parte de la escena. Desde aquí no tenemos otra opción que jugar a escuchar las palabras, a intuir la expresión facial de cada uno. Tal vez él pretende convencerla a ella de que tienen que darse más tiempo. Quizá ella estima que ya se han permitido bastante. Acaso los dos se dejan vencer, sin percatarse, por el orgullo o el pesimismo, y en su fuero interno perciben que no hay nada que hacer, que todo se había roto hace tiempo y que ningún viaje que compartan va a lograr otra cosa que dar el tiro de gracia al moribundo amor esperanzado que compartieron una vez, no hace demasiado...

Yo les inventé esas vicisitudes. Jugando a ser cazador de imágenes, quise jugar también a ser un pequeño demiurgo, a crear para estos dos involuntarios protagonistas una historia común, triste y melancólica en ese escenario de luces y sombras que compartíamos (y probablemente aún compartamos, porque también eso es la vida), la mayor parte del tiempo sin percatarnos unos de la presencia de otros.

Si acerté en alguna medida con mis idilicas presunciones, espero que hayan podido, como en una especie de kintsugi (*) sentimental, reconstruir lo derruido en bien de ambos. Si no, si todo fueron conjeturas, si ni siquiera significaban nada el uno para el otro, si aquella conversación quedó para siempre en los anaqueles del olvido, si solo estaban contemplando el mar, al menos se me dio la ocasión de retenerlos en este contraluz intimista que quise conservar como un marítimo fragmento de nostalgia.

(*) Kintsugi o Kintsukuroi: Técnica de origen japonés para arreglar fracturas de la cerámica con barniz de resina espolvoreado o mezclado con polvo de oro, plata o platino.

LA BELLEZA DEL ERROR

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