FELIZ NAVIDAD



La llegada del mes de diciembre siempre ha significado para mí una especie de gozoso arribo a un horizonte novedoso, a pesar de tratarse de un acontecimiento cíclico. Me explicaré brevemente:


De pequeño, cuando ya tuve uso de razón, diciembre significaba mil cosas: inminentes vacaciones en el colegio, deseadas Nochebuena y fin de año en casa de mis abuelos, con ellos, con mis padres y mi hermano, con mis primos, mis tíos, etc., la ilusión del día de Reyes (aunque eso sucediera ya en enero, diciembre era el umbral a cruzar; en aquellos tiempos, Papá Noel, Santa Claus y similares eran conceptos totalmente ajenos a los niños y mucho más a los padres), en definitiva, una época altamente ilusionante.


De mayor, y aunque con el decurso del tiempo se fueron sucediendo las ausencias, la Navidad siguió siendo una época entrañable. Compartir aquellos días siquiera solo con mis padres y mi hermano continuó siendo un modo de festejar la vida, de dar gracias a ese Niño Dios que renace por lo que teníamos, de mantener vivas viejas tradiciones que son, en su vertiente quizá menos contemplada, verdaderos y profundos vínculos, sobre todo cuando se han vivido desde el corazón.


Hoy en día, sin perder su significado y aunque no fuese más que a fuerza de nostalgias, la Navidad seguiría prendiendo en mi espíritu su cálida y breve lumbre anualmente. Pero no es solo el hálito de la nostalgia lo que aviva esa llama. Junto a las imborrables ausencias, también han ido llegando presencias nuevas, y gracias a Dios, siguen estando también aquellas a las que la vida aún les permite permanecer. No podría hallar mejores motivos para seguir conmemorando esta “Tregua de Dios” que en diciembre se abre, como un pórtico luminoso y prometedor, para cerrarse cada enero legándome la esperanza de poder celebrar al menos una Navidad más.


Con inmensa gratitud por todo ello, y aunque puedo afirmar que, de manera habitual, mi carácter y mi perspectiva vital me invitan a desear un no por utópico menos apetecible estado de paz y bien a toda la humanidad en cualquier momento del año, trataré de expresar mejor esta aspiración con la frase final de esa hermosa e inspiradora obra literaria de Charles Dickens, “Cuento de Navidad”, puesta por el autor en labios del pequeño Tim:


“¡Que Dios nos bendiga a todos!"


PABLO CABRERA, DICIEMBRE 2024


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