SIN TRAMPAS. MADRID, 2023
¿Qué hay detrás de una simple taza y un par de cubiertos abandonados sobre una mesa en una cafetería cualquiera?
A simple vista, casi nada. Una simple visita ocasional, la ingesta puntual de determinado brebaje, la parada ocasional para recuperar fuerzas... Prácticamente nada digno de mención, salvo que ese grupo de vestigios sea contemplado desde un arbitrario punto de vista poéticamente curioso o curiosamente poético, que tanto monta.
En este caso, se suscitan alrededor de esos objetos todo un entramado de opciones, casi todos ellos en forma interrogativa: ¿Qué soledad inmensa acompañó al consumidor o consumidora de esos alimentos? ¿De dónde procede? ¿Qué destino le espera? Solo haciéndonos estas tres preguntas extrapolamos a alguien desconocido al ámbito de lo onírico y de lo lírico. Lo convertimos en objeto de poesía a él/ella y a los modestos recipientes mediante los que pudo degustar tan frugal colación, y lo imaginamos preso de una soledad que vierte en las mismas tazas que abandona sobre la mesa, como quien se desprende de un lastre insoportable. Lo concebimos viniendo de una distancia de espíritu que, como una sombra, levita junto a sus pasos y lo conduce, a través de callejas catárticas, hasta locales revulsivos en los que entremezclarse con otros solitarios con los que nada tiene en común, salvo la condición de triste. Nos lo figuramos como un reo de desdicha cuya única meta es la regurgitación de recuerdos y la exhumación de melancolías. Le damos el rango de personaje de figura atribulada, candidato perfecto para una y mil historias de desamor y para innúmeras incertidumbres.
Es cierto. A una persona sensata no se le ocurrirían estos disparates que solo tienen cabida en las hojas de un libro. Vería una taza, un plato y una bandeja sobre una sencilla mesa de cafetería, y si se le preguntara, diría que se trata tan solo de los indicios que dejó de su paso por el lugar alguien que tuvo apetito y pudo pagarse algo que llevarse a la boca. Punto. Pero qué vamos a hacerle, yo no soy una persona sensata. Yo soy un irresponsable que juega a ser poeta (o al que no le queda más remedio que serlo), y contemplar las cosas con los ojos entrecerrados es una parte del juego. Y no me gusta hacer trampa.
© PABLO CABRERA 2024
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