PANORAMA DEL ALMA. KILMARNOCK (ESCOCIA), MAYO DE 2019.

 

Cuando empecé con este blog, hace ya un par de años, lo hice con una ilusión que hoy ya no parece formar parte de mi espíritu. Amante de los viajes como era, pretendía brindar a quienes se dignaran echar un vistazo, siquiera escueto, a estas páginas, algunas imágenes de lugares en los que tuve la suerte de estar, a fin principalmente de hacerlos partícipes de mi visión, casi siempre poética por razones de deformación vocacional, de esos espacios y momentos.

El decurso del tiempo y sus vicisitudes van marcando a hierro la percepción que se tiene de aquellos lugares y de aquellos instantes. La visión tendenciosamente zen se va marchitando a fuerza de desolaciones y de proyectos derruidos y va quedando una nostalgia rancia, casi siempre carente no solo de opciones, sino de verdadera voluntad de regreso, por muy satisfactorias que fueran las vivencias en su día.

En 2019, Escocia supuso para Noelia y para mí la más grande aventura desde que decidimos aunar senderos. Pasamos allí un mes de aprendizaje, no exclusivamente del idioma o de las técnicas culinarias que ella debía asimilar, sino de pura vida. Conocimos a gente excelente, visitamos ciudades bellísimas, y vivimos momentos muy placenteros que quedaron para siempre (o para mientras nos dure la capacidad de recordar) en nuestras retinas y en nuestros corazones.

Sin embargo, como dijo acertadamente el cantautor francés Leo Ferré, "Avec le temps, tout s'en va" (con el tiempo, todo se va), y hoy, de aquellas vivencias queda, al menos en mi espíritu cada vez más frágil, cada vez menos impetuoso, si alguna vez lo fue, poco o casi nada. No han dejado de ser un compendio de recuerdos agradables, pero nada más. La ilusión que tuve en alguna ocasión por regresar allí, por vivir una nueva vida en fronteras lejanas, ilusión que años atrás presidía y animaba los momentos grises de la existencia, se ha esfumado con pocas garantías de volver, dejando apenas un poso de contrariedad creciente ante los obstáculos que impone el calendario y mi propia ineptitud para sortearlos.

Esta instantánea tomada en la ciudad de Kilmarnock, de unas calles presididas por el cielo gris propio de la región y caracterizadas por la ausencia total de personajes salvo los edificios y la lluvia, son acaso un fiel reflejo de la aridez actual de mis silos de añoranza, que hasta hace bien poco contenían reservas como para querer retornar a tantos lugares con el pensamiento y en persona y convertirlos en sujeto de estas páginas virtuales. Lo único que me atrevo a pedir a la vida es que reverdezcan, apenas, los impulsos de proyección hacia el exterior de mí mismo, al menos al nivel de los que me concitan hacia lo más profundo y umbrío de mi ser.

Comentarios

  1. Tu narrativa tan perfecta y detallada ha avivado un deseo profundo en mí de hacer las maletas y embarcarme en un viaje a Escocia. Maravilloso escrito, amigo. Ya me quedé sin adjetivos para describir tu arte. ¡Abrazos!

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    1. No te arrepentirías en absoluto, Saray. Escocia es maravillosa, y su gente, especialmente la de Glasgow, es acogedora y servicial como nunca imaginé hasta conocerla. Ojalá un día te decidas y visites esas tierras. Gracias por tu comentario.

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