COMPLETAMENTE SOMBRA. MADRID, DICIEMBRE DE 2021.

 

Vuelvo a Julio Cortázar para ilustrar esta imagen con una frase suya: "Después de los cuarenta años la verdadera cara la tenemos en la nuca, mirando desesperadamente para atrás". Se trata, al apropiarme con desvergonzada osadía de ella, más que de un axioma o de una premisa indiscutible, de una simple aproximación a ese estado semipermanente de nostalgia en el que me gusta o en el que no tengo otro remedio que vivir. Esta instantánea también es una muestra del mismo sentimiento: la tomamos en Madrid, en diciembre de 2021, y se erigió en un autorretrato en puras luz y sombra de lo que Noelia y yo y todos seremos inevitablemente algún día.

Hay quienes consideran la nostalgia algo insano. Abogan por vivir el "hoy" casi en exclusiva, considerando tanto el ayer como el mañana como algo tan insustancial, a uno por muerto y al otro por nonato, que nos impide atravesar conscientemente el presente. Es probable que sus argumentos sean razonables, legítimos desde luego, pero acaso no alcancen el rango de indiscutibles. Al igual que las alucinaciones individuales producidas por un estado febril o por un trastorno mental son "la realidad" para cada persona en el instante en el que las contempla o vive, la nostalgia es como un delirio premeditado acaso de costado, a vuelapluma o de reojo. No la percibimos siempre, pero en todo momento podemos arrancarla suave o bruscamente de su letargo para que nos asista, tanto en un duelo como en una alegría, tanto en un poema como en un exabrupto.

Este cuaderno virtual fue proyectado para dar cabida a mis nostalgias. Corría el riesgo, desde su origen, de no ser más que un cementerio de añoranzas, un almacen de memorias o un anaquel de ausencias, ya que solo pretendía albergar instantes del pasado y ya que el pasado no es más que una analogía de la ausencia. Sin embargo, cargado con ese descrédito precoz, este barracón visual y pretendidamente literario ha llegado hasta aquí nutrido de esa devoción por el recuerdo que conduce y apuntala mi azar o mi sino. Y aquí lo dejo, no sé si para retomarlo o para abandonarlo, pero con la serenidad que otorga tratar de ser, humildemente y en silencio, fiel a esa reverencia, a esa proclividad que nunca he sabido ni he buscado contener.

Si Cortázar se acusaba y nos acusaba a los que hemos sobrepasado las cuatro décadas de existencia de tener la cara en la nuca, otro grande de la literatura, el poeta español Ángel González, nos indulta de nuestro delito flagrante de reincidencia evocativa valiéndose de un fragmento bellísimo y certero de su vasta obra lírica:


"Porque se tiene conciencia de la inutilidad de tantas cosas 

a veces uno se sienta tranquilamente a la sombra de un árbol 

-en verano- 

y se calla".

„Porque se tiene conciencia de la inutilidad de tantas cosas a veces uno se sienta tranquilamente a la sombra de un árbol -en verano- y se calla.

Fuente: https://citas.in/temas/efimera/

„Porque se tiene conciencia de la inutilidad de tantas cosas a veces uno se sienta tranquilamente a la sombra de un árbol -en verano- y se calla.

Fuente: https://citas.in/temas/efimera/

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