A TRAVÉS DEL OTOÑO. MADRID, 2021.

 

 


No me prodigo mucho por estos lares virtuales, últimamente.

La culpa es solo mía. Nada decisivo o importante me ha impedido sentarme a escribir algún que otro texto para ilustrar alguna que otra foto y viceversa.

 

En el tiempo transcurrido desde mi última publicación, he viajado, he escrito, y desde luego he tenido ocasiones para la nostalgia, que es, en definitiva, la esencia de este blog. Una nostalgia inevitable y regeneradora, aunque a veces dimane de hechos luctuosos o de distancias infranqueables.

 

Sin embargo, algo inefable me ha movido a no abrir las puertas de este espacio de recolección de memorias. Quizá ciertas desilusiones ratificadas, tal vez algunas convicciones que ya toman un cariz de inminencia, acaso categóricos declives de la esperanza en reencuentros o deleites futuros.

 

Así y todo, hoy he tenido la necesidad de darle vuelta a la llave que abre la cerradura de mis vocaciones, y aquí estoy. Traigo, como una especie de presente, una imagen tomada en Madrid en diciembre de 2021, en el Paseo de la Castellana, donde el otoño se hacía patente en la desnudez progresiva del ramaje y en la ornamentación del sendero, sembrado de hojas y sombras.

 

Quizá porque en estas fechas de imperioso preludio del verano se acentúa aún más el entretiempo de mi espíritu, extenuado de vivir en un otoño permanente, pero incapaz de renunciar a la lluvia y a la grisalla de mis cielos inventados, a las esquinas aún por doblar, a los horizontes inalcanzables y a las desolaciones de una perplejidad inquebrantable, me regocijo en volver la vista atrás para sumergirme en un pasado virgen, en un escenario armónico, en una evocación mucho más placentera que el presente confuso o el porvenir fantasmagórico, acaso para darle sentido a mi temblorosa traza vital merced a otro reparador fragmento de nostalgia.

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