TESTIGOS DIVINOS. JERUSALÉN, 2017.


Cuatro son los escenarios en los que los diversos exégetas bíblicos han señalado que pudo orar Jesús de Nazaret la noche anterior a su arresto. Uno de ellos, quizá el más aceptado al menos por los creyentes, es este jardín, el de Getsemaní, junto a la Basílica de las Naciones, también conocida como "de la Agonía" y al pie del Monte de los Olivos, en Jerusalén.

Olivos vetustos jalonan el espacio; se estima que los que pueden verse actualmente pueden tener unos 2.000 años de antigüedad, y sin duda, si bien no son los mismos que Jesús frecuentó, sí pueden ser conmemorativos retoños de aquellos.

Sin embargo, estos debates no tienen importancia salvo para aquellos que buscan ubicar con exactitud todos y cada uno de los hechos narrados en los evangelios, ya sea por razones religiosas o históricas. Para el creyente fiel en la divinidad de Jesús, o incluso para el simple admirador de su palabra, su obra y su mensaje, que tanta influencia ha tenido en la Historia de la humanidad, hollar el suelo y contemplar los paisajes por los que tan egregio personaje pudo caminar y difundir su enseñanza, constituye una experiencia de honda repercusión filosófica, espiritual e histórica. En mi modesta perplejidad y profundo respeto ante los hechos que las Sagradas Escrituras relatan, quise atrapar con mi rancia Nikon D40 algunos de esos silenciosos testigos de tantos acontecimientos, y trocarlos en solemnes fragmentos de nostalgia.


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