MÚSICA VITAL. CIUDAD DE MÉXICO, 2019.
En su interpretación de una famosa canción, el famoso cantante mexicano Javier Solís decía: "Amigo organillero / arranca con tus notas / pedazos de mi alma". Hablaba de un amor desaparecido, arrancado de cuajo por las garras de la muerte. Nunca comprendí mejor el significado de esos tres versos, bellos incluso separados del resto del texto, que en esta ocasión, al encontrar junto a las verjas que rodean la Catedral Metropolitana de Ciudad de México a esta organillera.
Me sorprendió la inefable y serena belleza de su rostro, de rasgos hermosamente aindiados, que entraba en desgarrador conflicto con la tristeza de las notas que emanaban del instrumento que tocaba y con su seguramente más que penosa situación laboral y económica. Encontré en numerosas calles de la ciudad otras personas realizando la misma actividad, desconocidos a los que quizá la vida no ha concedido mejores oportunidades, y su actitud me pareció heroica, firme en esa cotidiana batalla contra los elementos climáticos, las luces y sombras personales y el menosprecio o la indiferencia de los transeúntes; sin embargo, fueron esta mujer en concreto y la pesarosa melodía que brindaba a mis oídos los elementos que me impulsaron a querer aprisionarla afectuosamente en esta instantánea, porque ella, como en la canción de Javier Solís, arrancó con sus notas pedazos de mi alma, convirtiéndose, junto a su instrumento y sin saberlo, en un preciado y al tiempo desapacible fragmento de nostalgia.
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