TÁBULA RASA. ROMA, 2012.

 
Cuando salimos de viaje, normalmente soy yo quien lleva casi siempre la cámara encima. A Noelia no le gusta demorarse mucho en tomar fotos o, si lo hace, utiliza su propia cámara compacta o su móvil. No porque no le guste la fotografía, sino porque, digámoslo así, deja en mis manos la "responsabilidad" de documentar lo más profusamente posible nuestro itinerario.

Sin embargo, en muchas ocasiones ella ha descubierto en los lugares que vamos visitando juntos perspectivas que yo he pasado por alto y que, en mi opinión, reúnen elementos narrativos, estéticos y documentales de gran valor, al menos en los ámbitos del discurso que yo atribuyo a mi concepto de la fotografía de viajes.

En esta imagen, tomada por ella en la Piazza del Popolo (Plaza del Pueblo) en Roma, el ritmo irregular de los elementos que la componen constituyen, desde mi punto de vista, un canto a la pluralidad y a la homogeneidad a un tiempo: piernas y pies, pasos y posturas, en una aliteración tanto fonética como visual en la que concurren personas desconocidas, completamente despersonalizadas, sin  rostro, dirigiendo su esfuerzo hacia diversos objetivos, relacionados o desligados entre sí; luces y sombras antojadizas, sobrios colores sobre el lienzo, vestimentas y utensilios de distinta procedencia y aplicación, testimonio individual y colectivo de voluntades y desconciertos.

Cabe aquí, como suele suceder, la infructuosa inquietud poética que lleva al contemplador a preguntarse por esas personas, por sus orígenes y destinos, a fin de leer en el vasto libro de la vida fragmentos, siquiera, de sus prósperas o míseras biografías cotidianas, y tratar de arrancar así, denodada y siempre superficialmente, los sagrados velos que ocultan las verdades últimas del hondo misterio de la existencia. Gracias a esa particular visión de la escena, queda esta instantánea como un especulativo fragmento de nostalgia.

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