LUGARES TRISTES. AMBERES, 2012

Construida entre 1895 y 1905, la Estación Central de Amberes, en Bélgica, está considerada como la cuarta más bonita del mundo. El edificio que acoge a los pasajeros en tránsito fue ideado por el arquitecto Louis Delacensiere, y se construyó en piedra en el estilo arquitectónico llamado "ecléctico".

Por petición del entonces rey de Bélgica, Leopoldo II, Delacensiere se inspiró en la estación de Lucerna (Suiza) y en la estética del panteón romano. Cuando tuve ocasión de visitarla, en 2012, me fascinó no solo su fachada, sino, en igual medida, las escaleras, zaguanes, arcos y pasillos de su interior. El ajetreo de los transeúntes, el sonido de la megafonía y lo novedoso de la situación añadían una nota de alegría, colorido y bullicio a tan solemne inmueble. Sin embargo, recordé aquellos versos que escribí hace ya tiempo, y que forman parte de mi poemario "Habitar el otoño", publicado en 2006: "Las estaciones son lugares tristes [...] ... hogares espaciosos / para los que presagian esperanzas / desiertos insolentes / para los que regresan cabizbajos".

Sigo convencido de que es así. Cada viajero carga con su bagaje de vicisitudes, amargas unas veces, gozosas otras, y cada cual halla, a la vuelta de su viaje, un hogar o un desierto. Quizá en esto residía la controvertida magia de este instante captado casi a hurtadillas: en contraponer o, mejor, en enlazar la belleza innegable del entorno con el dispar talante de tantos viajeros que, a escaso tiempo de reencontrarse con su particular nido o páramo, discurrían en común afán arriba y abajo de las salas, convirtiendo el instante en un heterogéneo fragmento de nostalgia.

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