ES LARGO EL TÍBER. ROMA, 2017.
Pocas cosas tan vulgares como un residuo abandonado a su suerte en una calle cualquiera de una ciudad cualquiera. Estéticamente reprobable, socialmente despreciable e indiscutiblemente molesto, un residuo constituye una incómoda llamada de atención al estado de desidia en que estamos habituados a vivir, un guiño a la permisividad de la que nos retroalimentamos, o quizá un canto de cisne en la garganta de esta civilización aquejada de una insalvable decadencia y un tenaz ombliguismo, empeñada en premiar la mediocridad y menospreciar la excelencia.
Mi cámara, mi vieja Nikon D40, curiosa como siempre y a la que he acostumbrado a acercarse a objetos de diversa procedencia y dudoso linaje, me sirvió como tantas veces de intermediaria, de exégeta de aquello que ante mis pupilas se manifiesta, en lugares poco sospechados, como vestigio de una realidad individual que aúlla sus dolencias sin sonidos y las muestra sin pudor.
Dos botellas de cerveza, una de origen escocés y otra orgullosamente italiana, vacías, desechadas tras haber cumplido su contenido su misión de alivio, su tarea balsámica, su cometido sosegador para una, dos o quizá más almas de algún modo menesterosas, almas que ahogan tal vez soledades, acaso dilemas, puede que desconciertos en el dorado antídoto; dos botellas de cerveza que toman carácter de aseveración y aires de protagonismo en esta imagen tomada junto al río Tíber una mañana del pasado mes de septiembre.
Al fondo, el Castel Sant Angelo, solemne y discreto, parece observar, ataviado con glorias pretéritas y olvidadas, la escena con una mezcla de descuido y añoranza. Quizá más que nunca, estos desechos se propusieron ser encuadrados como un testimonial fragmento de nostalgia.
CON TUTTO L'AMORE CHE POSSO (C. BAGLIONI)
Mi cámara, mi vieja Nikon D40, curiosa como siempre y a la que he acostumbrado a acercarse a objetos de diversa procedencia y dudoso linaje, me sirvió como tantas veces de intermediaria, de exégeta de aquello que ante mis pupilas se manifiesta, en lugares poco sospechados, como vestigio de una realidad individual que aúlla sus dolencias sin sonidos y las muestra sin pudor.
Dos botellas de cerveza, una de origen escocés y otra orgullosamente italiana, vacías, desechadas tras haber cumplido su contenido su misión de alivio, su tarea balsámica, su cometido sosegador para una, dos o quizá más almas de algún modo menesterosas, almas que ahogan tal vez soledades, acaso dilemas, puede que desconciertos en el dorado antídoto; dos botellas de cerveza que toman carácter de aseveración y aires de protagonismo en esta imagen tomada junto al río Tíber una mañana del pasado mes de septiembre.
Al fondo, el Castel Sant Angelo, solemne y discreto, parece observar, ataviado con glorias pretéritas y olvidadas, la escena con una mezcla de descuido y añoranza. Quizá más que nunca, estos desechos se propusieron ser encuadrados como un testimonial fragmento de nostalgia.
CON TUTTO L'AMORE CHE POSSO (C. BAGLIONI)
Comentarios
Publicar un comentario