CAMINO A LA SOMBRA. ROMA, 2012
El poeta español José Agustín Goytisolo (1928-1999) escribió: "Aquí, cuando empezaste a vivir para el mármol, cuando se abrió a la sombra tu cuerpo desgarrado...". Unos versos que, arrancados de su contexto concreto, es decir, del poema del que forman parte, se advierten como fácilmente aplicables a cualquier vida, a cualquier persona, a cualquier desconcierto.
Desde el preciso instante del nacimiento, vivimos "para el mármol", para ese monumento frío y común que nos espera y juega a conmemorarnos al cabo del tiempo escaso del que disfrutamos o sufrimos durante nuestro paso por la tierra. Vivimos para el mármol y no nos queda otra solución que abrirnos a la sombra, como se abre a la danza el bailarín que se deja llevar por su pareja o se abre a la erosión la roca que acepta la lacerante caricia del mar.
Este autorretrato obrado en Roma, una noche tormentosa de octubre de 2012, pretende ser un testimonio de lo efímero o un retrato de la vida: sombra y luz, memorias imperfectas, y al final, un silencio ecuánime que iguala los esfuerzos y las desidias, las soberbias y las indigencias. Siendo así, y como expresó el gran escritor argentino Jorge Luis Borges, "¿Qué otra cosa puedo hacer que no sea escribir y soñar?".
No otra cosa que soñar, quizá con permanecer, acaso con negar el olvido, es en ocasiones el ejercicio de la vocación o la inspiración. Tal vez yo soñaba con un porvenir -"Te llaman porvenir / porque no vienes nunca", afirmaba Ángel González- que no es más que un espejismo al que nos vamos acercando cargados a cada paso con un nuevo y borroso fragmento de nostalgia.
Comentarios
Publicar un comentario