OLEAJE DE DUNAS. WESTKAPELLE, 2013
Suena imponente: "Mar del Norte". Esa rotundidad evoca, al menos para quienes vivimos lejos de él, aguas procelosas, temporales sin término, lluvias frecuentes, nieblas insalvables, dificultades para la navegación, peligro para la vida de quienes surcan sus aguas... Si bien es probablemente innegable que esas circunstancias concurren con cierta asiduidad, no deja de ser también cierto que en ocasiones parece no ser tan fiero el león como lo pintan.
Al menos, esa es la impresión que dejaba ese bello monstruo azul de 750.000 kilómetros cuadrados este día en que sus acuosas manos acariciaban, en el verano de 2013, las costas de Holanda. Los neerlandeses, para no ser menos que sus congéneres del sur de Europa, cogieron sus bártulos y se lanzaron a la conquista de la playa, en un pacífico "desembarco" sin más objetivos que dejarse mecer por la brisa y ser rozados por los rayos del sol. Al fondo, un navío hendía la superficie marina, agradecidos con seguridad sus tripulantes por la bonanza del clima.
Quizá no hubo en ese verano otros días tan plácidos como este, o tal vez sí; incapaz de resolver tan arduo dilema, me contenté con guardar este recuerdo como un veraniego fragmento de nostalgia.
Al menos, esa es la impresión que dejaba ese bello monstruo azul de 750.000 kilómetros cuadrados este día en que sus acuosas manos acariciaban, en el verano de 2013, las costas de Holanda. Los neerlandeses, para no ser menos que sus congéneres del sur de Europa, cogieron sus bártulos y se lanzaron a la conquista de la playa, en un pacífico "desembarco" sin más objetivos que dejarse mecer por la brisa y ser rozados por los rayos del sol. Al fondo, un navío hendía la superficie marina, agradecidos con seguridad sus tripulantes por la bonanza del clima.
Quizá no hubo en ese verano otros días tan plácidos como este, o tal vez sí; incapaz de resolver tan arduo dilema, me contenté con guardar este recuerdo como un veraniego fragmento de nostalgia.
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