JON & BILLY. FRANKFURT, 2009
En diciembre de 2009, paseando con Noelia por la ciudad alemana de Frankfurt, tuve ocasión de pasar junto a este chico y su compañero. Ya cercanas las fechas navideñas, el frío en las calles no invitaba a detenerse en un lugar fijo, siquiera fuese para ganarse la vida. Sin embargo, haciendo caso omiso de temperaturas y de ideas prefijadas, ellos sí se atrevían a montar su musical tinglado.
Tuve la impresión, al verlos, que entre los diversos sentimientos que podrían despertar entre los transeúntes estarían la indiferencia en la mayoría de los casos, la pena entre los que lo vieran como unos parias, o incluso el rechazo desde las mentes ocupadas en convencerse de que lo ideal es pasar ocho o diez horas diarias en una oficina decente y dejarse de monsergas pseudoartísticas... No obstante, allí estaban Jon y Billy, o Billy y Jon, uno a la guitarra y otro a la batería, y allí se quedaron, contra viento y marea -o mejor, contra frío y llovizna-, contra todo lo previsto, tocando y cantando como si lo hicieran sobre el más cálido de los escenarios.
Nunca supe ni sabré quién era Jon y quién Billy, pero me pareció adecuado, valiéndome de esa audacia, curiosidad o desfachatez que me procuraba mi cámara, apropiarme de su imagen valerosa y alternativa y conservarla como un fraternal fragmento de nostalgia.
Tuve la impresión, al verlos, que entre los diversos sentimientos que podrían despertar entre los transeúntes estarían la indiferencia en la mayoría de los casos, la pena entre los que lo vieran como unos parias, o incluso el rechazo desde las mentes ocupadas en convencerse de que lo ideal es pasar ocho o diez horas diarias en una oficina decente y dejarse de monsergas pseudoartísticas... No obstante, allí estaban Jon y Billy, o Billy y Jon, uno a la guitarra y otro a la batería, y allí se quedaron, contra viento y marea -o mejor, contra frío y llovizna-, contra todo lo previsto, tocando y cantando como si lo hicieran sobre el más cálido de los escenarios.
Nunca supe ni sabré quién era Jon y quién Billy, pero me pareció adecuado, valiéndome de esa audacia, curiosidad o desfachatez que me procuraba mi cámara, apropiarme de su imagen valerosa y alternativa y conservarla como un fraternal fragmento de nostalgia.
Hay gente que se decide por la libertad.
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