PÓRTICO DEL AYER. AMBERES, 2012.

 
Pasear por el casco antiguo de las ciudades belgas es una aventura estética y, con un poco de imaginación, un auténtico viaje en el tiempo. Hollar adoquines que han soportado las pisadas de personas y personajes, detener la mirada sobre muros, esquinas y ventanales que tan numerosos acontecimientos han presenciado, resulta no solo tentador, sino gozosamente inevitable. En la ciudad belga de Amberes, el callejón Vlaeykensgang, donde habitaron zapateros y campaneros en el siglo XVI, merece ser recorrido, a partir de las tres entradas de las que dispone, con detenimiento, disfrutando de cada galería y cada patio con el deleite que merece un conjunto arquitectónico de tal tenor.

Actualmente no queda nada de aquellos viejos hogares, que han sido sustituidos por bares y restaurantes, pero así y todo, el encanto y la belleza de estos pasadizos cercanos al famoso "Grote Markt", plaza principal de la urbe, exhortan al visitante a demorarse en la contemplación y el disfrute de sus rincones umbríos y de sus alzados iluminados por la grisalla del cielo de Flandes. No sé si fue el azar o la causalidad quien me llevó a dar con este espacio en aquella ya lejana visita que hice a Amberes, pero me resultó irrenunciable llevarme un pedazo de historia y un testimonio de belleza encerrando Vlaeykensgang en mi vieja Nikon D40 con el deseo cuasi masoquista de convertirlo en un estructurado fragmento de nostalgia.

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