UNA DULCE HISTORIA. ROMA, 2012.

 
Tres generaciones de apellido común han hecho de Giolitti un símbolo de Roma. Desde que en 1890 Giuseppe y Bernardina Giolitti abrieran el primer local, dedicado principalmente a la producción y venta de leche, sus descendientes han continuado la usanza familiar hasta convertirse en un estandarte de los famosos gelati  (helados) de la Ciudad Eterna, contando hoy día entre sus clientes con nativos hedonistas, visitantes ocasionales, turistas curiosos y por supuesto, diputados (no en vano está muy cerca del Palazzo Montecitorio, sede de la Cámara).

Una privilegiada situación dentro de la capital italiana, una variada gama de productos y una decidida apuesta por mantener los sabores tradicionales, además de una decoración y mobiliario de acogedor aspecto vintage, convierten a Giolitti en un lugar de encuentro con el estilo, con la gente y con el placer de degustar auténticos y sabrosos tesoros originales del acervo heladero y repostero de aquella incomparable urbe.

No sería justo omitir que, además de experimentar alguno de esos gozos gustativos, profesé el goce estético que me supuso poder captar con mi inseparable Nikon D40 imágenes como esta, compuesta por protagonistas involuntarios en un escenario tradicional y hondamente simbólico, innegablemente útil para ornar hoy este blog como un deleitoso fragmento de nostalgia.

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