ACUARELA. PRAGA, 2010

El río Moldava, a su paso por Praga, es un auténtico catálogo de imágenes bellas. Los edificios que lo rodean, los distintos ritmos de sus aguas, los puentes que lo atraviesan, los barcos que lo surcan, e incluso, la gente que lo visita, constituyen fuentes de infinitas posibilidades para plasmar, ya sea en una foto, en una pintura o en una obra literaria, conjuntamente o por separado, los heteróclitos componentes de su entorno.

Yo escogí, en esta ocasión, esta suma de elementos compositivos que me parecieron una especie de acuarela otoñal y serena: un barco, al atardecer, a una hora en la que el cielo cambiaba de color y aspecto, navegando sosegadamente, cargado con seguridad de historias personales que escapan al humilde captador de luz en que tuve la dicha de convertirme nuevamente aquel octubre de 2010, dando como resultado este crepuscular fragmento de nostalgia.

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