ATERURA. TEROR, GRAN CANARIA, 2015

Recientemente se han celebrado en Teror, Gran Canaria, las tradicionales fiestas del Pino. En ellas se conmemora el hallazgo de una talla representativa de la Virgen María en lo alto de un pino el 8 de septiembre de 1481. Se hace evidente que existen varias versiones sobre este hecho, unas de carácter piadoso y otras de tono plenamente pagano, pero la tradición afirma que se trató de un árbol autóctono, robusto, cuyas dimensiones aproximadas se estimaron en 41,75 metros de altura y 6,72 metros de circunferencia y que crecía en una zona boscosa conocida como Aterura, de donde proviene el nombre actual del pueblo.

El canónigo Francisco Hernández Zumbado, en su "Novena a Nuestra Señora", fechada en 1782, escribe: "Nuestros padres nos han dicho que dirigidos por un resplandor maravilloso la encontraron en la eminencia de un Pino, rodeada de tres hermosos dragos, de cuyas ramas se formaba una especie de nicho; que una lápida muy tersa le servía de peana y que del tronco de aquel árbol nacía una fuente perenne de aguas medicinales".

Ni los historiadores actuales ni el aconsejable rigor de cualquier enfoque serio de estos temas pueden certificar la autenticidad de la talla, ni de los hechos que la rodean, pero eso no ha hecho que el fervor o la simple costumbre de "subir a Teror", como decimos por aquí, se pierda con el paso de los años. Al margen de tradiciones o impiedades, Teror en sí mismo es un lugar de extraordinaria belleza arquitectónica circundado por una no menos esplendorosa naturaleza. Subir a Teror, en fin, cualquiera que sea el motivo o el momento, supone una experiencia visual, gastronómica -imposible obviar su chorizo y su morcilla, sus panes de leña, sus mazapanes, su gofio y, por supuesto, su agua, procedente de la Fuente Agria, tan inestimable ayuda como un buen vaso de refresco de cuyo nombre no debo acordarme, para bajar satisfactoriamente todo lo consumido-, religiosa o turística sin par, altamente recomendable para nativos y foráneos.

Yo tuve la dicha de captar, desde la perspectiva de la Basílica, esta instantánea de la Calle Real de la Plaza, una de las más representativas de la Villa, y a algunos transeúntes que simbolizan el trasiego constante de personas por este emblemático punto de Gran Canaria. Tradición y arquitectura, naturaleza y personalidad, aglutinadas en un lugar donde cualquier rincón es susceptible de volverse un insoslayable fragmento de nostalgia.

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